Cuando era pequeña me gustaba estar más en el pueblo con mis
abuelos que en mi casa.
Cuando iba llegando el día de la fiesta grande la gente
venía a la capital a comprarse “el hato” (para el que no sepa lo que es, es
comprarse ropa nueva y a ser posible como para ir de boda).
A mi la ropa me la hacía mi abuela, que siempre se le ha
dado muy bien lo de la sastrería, recuerdo sobre todo un conjunto de falda y
blusa estilo marinero que se llevaba en aquella época.
Era magnífico salir con la pandilla, ir a las atracciones
con el dinerito que la abuela me pasaba sin que el abuelo lo viera, quedabas
con más gente, conocías a otros y te sentías más feliz que nunca, aunque en mi
caso siempre era la primera que tenía que volver a casa, cosas de los abuelos.
En las fiestas de Jaén, recuerdo con mucho cariño cuando mi
madre nos llevaba a mi hermana y a mí el “día grande” a la tómbola para la que
llevaba mucho tiempo ahorrando y te subían los nervios por todo el cuerpo hasta
que abrías la papeleta a ver si te había tocado algo. Luego un refresco y unos
cacharritos, pocos, porque no podía ser mucho y te ibas a casa tan contenta.
Y lo que es la vida, a 9 días de que empiece la feria de Jaén a mí lo único que me hace ilusión es que el día 18 es fiesta y no trabajaré.
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